lunes, 24 de diciembre de 2018

MALDITO REGALO DE NAVIDAD

Hola, Maldit@s, por ser una fecha especial os dejamos un relato corto a modo de regalo, para que empezar a entonar esta velada:

LAS LUCES EMPEZABAN A APAGARSE


     Como cada 24 de Diciembre, las luces empezaban a apagarse, era el prólogo a los villancicos y reuniones familiares.


     Elisa iba a pasar otra noche de Navidad junto a sus amigas, el único consuelo desde que, hacía seis años, había decidido abandonar su país de origen para buscar un futuro mejor, rasgo que todas compartían.


     Con el tiempo, aquella reunión se había convertido en una tradición, y era por aquello que trabajar en un centro comercial hasta que la noche empezaba a caer era un tanto molesto. Ya casi había olvidado las risas que desataron Andrés y Roberto, los guardias de seguridad, con sus uniformes de Santa Claus, especialmente el segundo, siendo, como era, de tez muy morena y fornido en extremo. A su lado, Andrés, un poco más mayor y de complexión delgada, parecía un elfo navideño, un tanto callado, al borde de la jubilación, debido a que ya peinaba canas y tenía alguna arruga facial. Ambos anduvieron por todo el centro comercial a lo largo del día, dado lo concurrido del lugar en aquella fecha. Andrés era bastante retraído, posiblemente porque no llevaba ni un mes en el puesto, pero Roberto, más dicharachero, se prodigó en visitas a varios establecimientos, para divertimento de personal y clientes.


     Todo aquello se desvanecía en una nube de mal humor, el resto de establecimientos ya habían echado el cierre y a ella a penas le quedaban 10 minutos para que el cuadro de luces siguiese su programación y la dejase con solo la iluminación de emergencia como guía. Su única esperanza era salir y encontrar a uno de los guardias de seguridad, que podían cambiar el control de las luces a manual y garantizarle luz para abandonar el recinto. De cualquier modo, fuera solo le esperaba la solitaria parada del autobús que la llevaría hasta la ciudad, ahora bañada por la luz impoluta de la luna llena.


     Con escasos 5 minutos hasta el apagón, Elisa bajó la persiana de la tienda y se dirigió en las escaleras mecánicas hacia la segunda planta, donde debería andar hasta el extremo opuesto para subir en otras escaleras a la tercera planta, donde estaba el habitáculo de seguridad. El silencio reinaba por doquier, la ausencia del murmullo del gentío y los temas navideños del hilo musical hacían del zumbido de las escaleras mecánicas algo casi atronador. Los escaparates devolvían el reflejo de aquella solitaria transeúnte acompañado de las tenues luces navideñas que quedaban encendidas en el ahora oscuro interior. Elisa solo deseaba que uno de los guardias estuviese en su sala y no estuviesen ambos haciendo ronda, en cuyo caso debería esperar al amparo de la oscuridad hasta que alguno de los dos decidiese volver. 


     Andaba perdida en aquella insulsa reflexión cuando, a medida que llegaba a la tercera planta algo la sacó de sus pensamientos. Desde la habitación de los guardias de seguridad una algarabía era bastante audible, rompiendo la ausencia de sonido que había reinado hasta el momento en las plantas inferiores. Elisa dedujo que, quizá, los guardias habían decidido empezar ya las celebraciones. Al fin y al cabo, poco quedaba por hacer aquella noche y solo tenían la compañía el uno del otro. Sin embargo, cuando se encontraba a escasos metros de su destino la puerta se abrió con un violento golpe, que le propició un pequeño sobresalto. Tras unos instantes de incertidumbre la figura de Andrés atravesó el umbral de la puerta y, al volverse hacia ella, Elisa pudo contemplar que sus ropas estaban rasgadas y sangraba profusamente a causa de varias heridas horribles, con una mano sostenía algo que colgaba de su vientre, la mitad derecha de su cara estaba desgarrada y le faltaba una parte del cuero cabelludo. La sangre se congeló en las venas de Elisa, estaba completamente paralizada por el impacto de aquella visión. En el momento en que el guardia parecía ir a hablar, algo tiró de él, devolviéndolo al interior de aquella pequeña sala. Unos gritos desgarradores sonaron, aunque un sonoro chasquido hizo que se extinguieran de inmediato. El silencio volvió por unos segundos, aunque Elisa seguía paralizada, sintiendo como sus piernas empezaban a flojear. En ese preciso instante, aquello surgió de la sala de vigilancia y se plantó frente a ella. El horror no eran las grandes garras al final de aquellos largos brazos, ni tampoco la estatura que alcanzaba, erguido sobre aquellas largas piernas, ni siquiera la visión de aquella boca llena de afilados dientes, entre los cuales pendían trozos de carne humana sanguinolenta o la de aquellos ojos que tenían un voraz fulgor amarillento y que estaban clavados en aquella pobre infeliz. El verdadero horror era que la poca ropa que todavía llevaba aquel ser puesta, por los lugares en que no había reventado o se había desgarrado, dejando ver unos músculos desorbitados y parte de aquel cuerpo, cubierto de un pelaje hirsuto y negro como el carbón, era un uniforme de Santa Claus en uno de los bolsillos del cual pendía una placa identificativa que rezaba: "ROBERTO".


     Como cada 24 de Diciembre, las luces empezaban a apagarse, era el prólogo a los gritos...
JV Nácher
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¡ Que tengáis unas malditas y muy felices Navidades !

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